En Elche hay noches especiales, y luego está la Roà. Entre el 14 y el 15 de agosto, la ciudad vive una de sus madrugadas más intensas y simbólicas: una vigilia colectiva que funde siglos de historia, devoción a la Virgen de la Asunción y un ambiente festivo que no duerme.
Tras la primera parte del Misteri d’Elx, representada en la tarde del 14, llega el momento clave: la Virgen muere rodeada de los apóstoles y, mientras su alma asciende al cielo en el coro del Araceli, su cuerpo queda expuesto en el cadafal de la Basílica de Santa María. Desde ese instante, miles de ilicitanos, con cirios encendidos, recorren las calles estrechas y empedradas del casco antiguo, siguiendo el mismo trazado que al día siguiente recorrerá la procesión del entierro de María.
Para muchos es la noche de cumplir promesas hechas en días difíciles, de recordar a seres queridos o de pedir por la salud de familiares y amigos. Hay un silencio respetuoso que se mezcla con las notas de música tradicional y el sonido lejano de las campanas.
Pero la Roà también es celebración. A la vez que la procesión de fieles avanza, la ciudad estalla en vida con decenas de fiestas populares, bailes callejeros y reuniones al aire libre en plazas y calles. Peñas, barracas y escenarios acogen actuaciones en directo, música para todos los gustos y mesas repletas de comida típica. Para la juventud, es una de las citas más esperadas del año: una noche entera de reencuentros, baile y diversión sin prisas, bajo un cielo iluminado por farolillos y fuegos artificiales.
El origen de esta tradición se remonta, al menos, a 1625. Según la Consueta más antigua del Misteri, en las noches del 13 y 14 de agosto se encendían “diversidad de fuegos en torres y murallas, y luces en todas las iglesias y ventanas”, acompañados por el disparo de cohetes, el volteo de campanas y la música de dulzainas y trompetas. Era, literalmente, la noche que “se volvía día”.
Este año, recuperando ese espíritu, la ciudad encenderá luminarias en puntos emblemáticos como la torre del Consell (actual Ayuntamiento), la del homenaje del Palacio de Altamira, la Calahorra y el campanario de Santa María. Luces que, igual que hace cuatro siglos, buscan alejar las fuerzas del mal y envolver la noche de un halo protector.
La Noche de la Roà es, en definitiva, el epicentro emocional de la Festa: un puente entre lo sagrado y lo popular, entre la memoria y la alegría. Porque Elche, en esta noche, no duerme; vela, canta, celebra y transforma la madrugada en un día eterno para honrar a su Patrona.