Jamás en la historia de nuestra agricultura habían durado tanto unas movilizaciones agrarias y nunca habían tenido tanto calado. Estamos a las puertas de una nueva revolución agraria y hay mucho de los agricultores actuales que no tienen edad para aceptarlo. Una revolución agraria que va a cambiar todos los argumentos que a lo largo de los años hemos venido defendiendo como válidos y que la globalización galopante nos obliga a replantear. Los consumidores tienen un poder extraordinario al pedir a sus gobiernos y administraciones unos productos del campo, sanos, saludables, sabrosos y sostenibles, y además que contribuyan a mantener una amplia zona del territorio habitado y vivo, y se mantengan las tradiciones que dan sentido a la cultura rural para que no se pierdan las mismas. Los agricultores mantienen el buen hacer que a lo largo de siglos de tradición rural y campesina hemos ido aprendiendo y que forma el verdadero sentido para cultivar los mejores productos de nuestras tierras. Entre unos y otros, hace tiempo que median los que se benefician del buen hacer de los agricultores y los que aportan un valor añadido a las frutas y hortalizas, como elementos de calidad.
En el caso de los primeros, que solo aportan un acopio de volumen de diferentes productores, probablemente irán a menos ya que estos intermediarios son realmente prescindibles, precisamente desde el punto de vista de la globalización de las nuevas tecnologías. En el caso de los segundos, comercios intermediarios que aportan valor añadido, como es la selección y calibrado de los frutos, su conveniente envasado y el almacenaje en frío para su posterior transporte, también refrigerados a fin de que las frutas y hortalizas lleguen a los mercados uno o dos días después de su recolección en las óptimas condiciones para satisfacción del consumidor. El mismo trabajo desarrollan las cooperativas y, aunque nosotros las preferimos, sabemos que ambas fórmulas son compatibles parar llegar al mayor número de mercados en todo el mundo. Los agricultores miran al cielo para barruntar lo que ocurrirá en los días posteriores, pero hoy ya miran antes a su terminal móvil del que obtienen de diferentes fuentes previsiones meteorológicas de la máxima fiabilidad. Los cultivos más frágiles ante las adversidades meteorológicasse desarrollan en invernaderos o bajo cubiertas que los protegen y que facilitan el propio desarrollo y maduración de los frutos.
Las normas de producción son fijadas por la Unión Europea y todos los aspectos del cultivo, desde que se prepara la tierra hasta que se recolecta han de quedar reflejados en los cuadernos de Explotación a fin de que se pueda establecer una eficaz trazabilidad que permita conocer si ha existido algún descuido en el cultivo o incluso para que el consumidor pueda acceder al agricultor responsable de su satisfacción y felicitarle por ello. La revolución de las nuevas tecnologías, la revolución de la globalización de la que tendríamos que obtener rendimientos y la revolución del nuevo escenario de la comercialización en el que no cabe, o no debería caber, el abuso por parte de ningún eslabón de la cadena alimentaria es lo que nos va a permitir salir adelante. Hace cuarenta años, más de tres millones de agricultores se planteaban una revolución importante para obtener los mayores rendimientos de las tierras cultivadas, abonos, mecanización y riego eran la revolución. Hace veinte años, no pasaban del millón y medio, los agricultores que se planteaban una revolución importante hacia la calidad de las cosechas.
Hoy, la nueva revolución, la de las tecnologías de la comunicación que permiten a aquellos intermediarios que nombramos hace unos párrafos comercializar productos de todo el mundo y llevarlos a todos los mercados y ante esa realidad, los conocimientos tradicionales y las costumbres culturales agrarias, no tienen, o no parecen tener mucha relevancia y es ese el verdadero cambio al que nos vemos orientados, al que no todos los agricultores podrán acceder, pero que si las administraciones involucradas, las cooperativas agrarias y el comercio por que aportan valor añadido, si podremos no solo mantener las actuales producciones sino aumentarlas, al ritmo que aumentan la población mundial, en las próximas décadas. Nosotros tenemos como valores la cercanía a los mercados y la pertenencia al grupo de países que formamos la Unión Europea. Cercanía a los mercados, profesionalidad extraordinaria, y un clima privilegiado son los verdaderos argumentos para esta nueva revolución agraria basada en las tecnologías de la comunicación. Pero tenemos que creérnoslo y hacerlo valer para nuestro futuro. Producimos lo mejor, más sano, más saludable y con un extraordinario sabor, que la complicidad con los consumidores debería tener como resultado la preferencia de nuestras cosechas ante todo lo llegado de países terceros. Todos tenemos derecho al futuro, pero nosotros deberíamos estar delante por la preferencia comunitaria.