REPORTAJE

Las lluvias en Elche: un clima cambiante que desafía a la agricultura y la vida en la ciudad


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Daniel Ruiz Perona
10 de noviembre de 2024 - 10:50

Con un clima mediterráneo semiárido, Elche siempre ha tenido un régimen de lluvias moderado e irregular. Desde que comenzaron a registrarse datos climáticos en la década de 1950, las lluvias en Elche han oscilado entre años secos y otros donde los temporales golpeaban con fuerza en otoño y primavera. Las décadas entre 1950 y 1980 fueron, en cierto modo, más estables. Las precipitaciones anuales rondaban los 300 a 350 mm, con lluvias ocasionales y bien distribuidas que permitieron a los agricultores adaptarse y planificar con relativa seguridad.

En los 80 y los 90, sin embargo, comenzaron a aparecer los signos de cambio. Las lluvias, que hasta entonces eran manejables, comenzaron a mostrar picos de intensidad en forma de “gota fría” y tormentas torrenciales. El clima se volvió menos predecible y las tormentas más violentas, especialmente en otoño, con lluvias concentradas en cortos periodos de tiempo que traían consigo inundaciones y dificultades. Los agricultores y habitantes de Elche comenzaron a sentir de cerca la amenaza del cambio climático.

El presente: lluvias extremas y un campo amenazado

En los últimos 20 años, Elche ha experimentado varios fenómenos de lluvias intensas concentradas en cortos periodos. Los eventos de DANA se han intensificado, con picos en las precipitaciones que provocan inundaciones y daños a la infraestructura. El temporal de septiembre de 2019 fue uno de los más significativos, con acumulaciones de hasta 300 mm en unos pocos días, lo que causó el desbordamiento de ríos, la destrucción de caminos y daños a propiedades. El cambio climático ha contribuido no solo al aumento de las lluvias en periodos cortos, sino también a la duración de las sequías prolongadas entre estos eventos.

Estas lluvias torrenciales generan un impacto serio en la agricultura de Elche. Aunque se podría pensar que el agua es un recurso bienvenido en una región semiárida, cuando llega de forma extrema y repentina causa más perjuicio que beneficio. Las lluvias arrastran la capa superior del suelo, erosionan los campos y, con ello, pierden nutrientes. Los cultivos de cítricos, las palmeras del famoso Palmeral y las hortalizas, como lechugas y tomates, se ven perjudicados por el encharcamiento que ahoga las raíces y debilita las plantas. Incluso los dátiles, tan característicos de la zona, se ven afectados cuando los racimos caen por el peso de la lluvia o el viento, dañando la cosecha.

La vida urbana no es ajena a estos problemas. La red de alcantarillado de Elche, pensada para lluvias moderadas, no puede absorber el caudal de agua que las tormentas actuales descargan en cuestión de horas. Calles y casas se inundan, las infraestructuras de comunicación se ven dañadas, y la movilidad queda paralizada. Las imágenes de coches flotando en calles convertidas en ríos se han vuelto tristemente familiares. Los habitantes de Elche temen cada otoño, cuando las tormentas, como si fueran una amenaza, llegan con mayor fuerza y frecuencia.

Consecuencias para el futuro: desafíos para la agricultura y la vida cotidiana

Los expertos en clima señalan que este patrón de lluvias irregulares e intensas es una consecuencia directa del calentamiento global y que probablemente continuará acentuándose. Los modelos climáticos proyectan un futuro con menos días de lluvias, pero episodios más extremos, y periodos de sequía más prolongados. En una región tan dependiente del agua como Elche, esta situación presenta serios retos para el campo y para la vida de sus habitantes.

Para los agricultores, la necesidad de adaptación es urgente. Elche deberá invertir en tecnologías de riego eficiente y buscar métodos de cultivo que requieran menos agua. Ya se están utilizando técnicas de riego por goteo, pero los recursos hídricos se están volviendo cada vez más escasos y caros. Los trasvases de agua y la dependencia de fuentes externas también son una preocupación en tiempos de escasez.

Las autoridades locales tendrán que repensar la infraestructura de la ciudad, ampliando la red de drenaje y construyendo embalses o sistemas de captación de aguas pluviales que permitan almacenar agua para los periodos de sequía. Esta agua, en lugar de perderse en inundaciones, podría aprovecharse para el riego y el abastecimiento urbano en épocas de menos lluvia.

Un Elche resiliente ante un futuro incierto

Elche se enfrenta a un desafío de adaptación a un clima donde cada vez cuenta con menos días de lluvias, pero con una intensidad mayor y potencialmente destructiva. La adaptación a este nuevo régimen hídrico será esencial para garantizar la estabilidad de su economía agrícola y la seguridad de sus habitantes. La sensibilización y el compromiso de la población con el ahorro de agua son también fundamentales en este proceso.

Para los agricultores y habitantes de Elche, cada tormenta se ha convertido en una advertencia de que la preparación y la adaptación son la única vía para enfrentar un clima que ya no es lo que solía ser. La resiliencia de Elche dependerá de su capacidad para transformar este reto en una oportunidad de crear una región más fuerte, sostenible y preparada para el clima del futuro.