Pensar la ciudad no es un ejercicio que se pueda hacer desde la reflexión en soledad. Construir un proyecto de ciudad se hace desde la confluencia de muchas personas que piensan, de manera distinta, soluciones para afrontar los retos del futuro.
La soledad del político es un mito y una falacia que otorga una épica al hecho político. La política solo se puede conjugar en tercera persona. Los liderazgo mesiánicos, de otras épocas y de esta, ya no son ni reales ni necesarios.
Me viene a la memoria estos días la mítica frase de Pepe Isbert “como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación …” Hay que reconocer que algunas veces la ficción supera a la realidad, en la mayoría de las ocasiones es al contrario.
Sin duda alguna explicar, hablar, dialogar es crucial para poder llevar a acabo cualquier proyecto político. Olof Palme, primer ministro de Suecia que fue asesinado, ejerció siempre una labor de pedagogía de diálogo abierto y sincero con su pueblo. Entendía que solo desde el diálogo se construía una sociedad abierta, plural y crítica.
La política es algo más que el esperpento que hoy vemos en las instituciones que erigimos para garantizar nuestra convivencia y el pacto constitucional de un Estado Social de Derecho. Decía Julián Marías que el fracaso de la II República vino entre otras cosas por la irresponsabilidad política, intelectual y social de no decir: “esto no es”.
Consensuar, sin duda alguna, no es un ejercicio ni simple ni sencillo, pero es la única forma sobre la que se puede lograr una convivencia sin desigualdades. Tras el desastres de la Segunda Guerra Mundial fuimos capaces de inaugurar un nuevo tiempo de concordia con dos elementos que nos han permitido vivir un momento de avance social, cultural y económico sin precedentes: el estado del bienestar y un modelo de economía social de mercado.
Los editores de esta publicación siempre me alientan a que escriba sobre los temas que afectan a nuestra ciudad. He pensado mucho, en soledad si este era el mejor tema para hablar desde esta tribuna y he llegado a la conclusión que sí. Los ilicitanos e ilicitanas no somos diferentes a otros ciudadanos que viven con desazón el momento político que vivimos de todos contra todos, incluidos los propios contra los propios.
Necesitamos volver a entender que existe entre nosotros un contrato social que nos hace ser el todo de la solución y no parte del problema. Avancemos en nuestro proyecto común como sociedad abierta, plural y tolerante. Desde la responsabilidad construyamos esos consensos.