HISTORIA

Pepe Tranca: El Dandy de Elche que nunca necesitó trabajar

La figura entrañable de Elche que, sin necesidad de trabajar, se convirtió en un referente de la ciudad por su simpatía, elegancia y amor por lo cotidiano
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Iván Hurtado
31 de diciembre de 2024 - 02:03

En Elche, ciudad cargada de historia y tradiciones, existen personajes que, aunque no han dejado huella en los libros oficiales, han quedado grabados en la memoria colectiva por su carisma y peculiaridades. Uno de esos personajes es José Vicente Bernabéu, conocido popularmente como Pepe Tranca. A pesar de no haber tenido una carrera profesional destacada ni haber acumulado riquezas materiales, Pepe Tranca se convirtió en una figura entrañable, símbolo de una época en la que la vida social y el disfrute de lo cotidiano eran lo más importante.

José Vicente nació en Elche y creció en un entorno familiar que le permitió llevar una vida relajada. Su madre, Gertrudis Bernabéu, tenía un estanco en la calle Solares, uno de los lugares más conocidos de la ciudad. Gracias a esta estabilidad económica, Pepe no tuvo que preocuparse por ganarse la vida a través del trabajo, y decidió dedicar su tiempo a disfrutar de las cosas sencillas de la vida, lejos de las expectativas sociales y profesionales de su época.

Aunque su nombre real era José Vicente, a lo largo de su vida fue conocido por diversos apodos, que reflejaban la relación cercana que mantenía con los habitantes de Elche. El más famoso de todos fue Pepe Tranca, pero también se le conocía como José de Illice, un apodo que hacía referencia a su pertenencia a la ciudad y a su arraigo en la comunidad. Estos apodos, además de reflejar su familiaridad con la gente, representaban una forma de reconocerlo como alguien especial, que formaba parte del paisaje social de Elche.

Su apodo de Pepe Tranca le quedaba como anillo al dedo, ya que “tranca” era una palabra que los ilicitanos usaban para referirse a alguien que, sin estar sometido a las normas tradicionales, llevaba una vida despreocupada, relajada y sin presiones. Pepe Tranca encarnaba a la perfección ese espíritu libre, siempre dispuesto a disfrutar del momento, sin preocuparse por lo que los demás pensaran.

Lejos de ser un hombre de trabajo, Pepe dedicaba sus días a pasear por las calles de Elche, visitar los bares y cafeterías locales, y conversar con los vecinos. Uno de sus lugares favoritos era el Bar Arlequín, situado en la calle Pedro Ibarra, donde era frecuente verlo acompañado de su pequeño perro pequinés, Filipín. A menudo, sus paseos por Elche eran una especie de ritual, un recorrido por la ciudad en el que saludaba a conocidos, amigos y extraños, con esa sonrisa que siempre lo acompañaba. No tenía prisas, no necesitaba llegar a ningún sitio; su único objetivo era disfrutar de la compañía y de la buena charla.

Pepe Tranca se caracterizaba por un estilo único, elegante pero sin ser ostentoso. No le gustaban los lujos ni las ostentaciones, pero siempre estaba bien vestido, con una apariencia impecable que le confería una distinción natural. Era un hombre de pocas palabras, pero de una gran simpatía, siempre dispuesto a escuchar y a compartir una historia o una anécdota. La gente lo apreciaba no solo por su actitud relajada, sino también por su bondad y su capacidad para conectar con las personas sin importar su estatus o su origen.

A pesar de su vida sencilla, Pepe Tranca no pasó desapercibido para la ciudad. En 1965, fue invitado a realizar el saque de honor en el estadio de Altabix, un gesto simbólico que reflejaba el cariño y respeto que los ilicitanos sentían por él. No se trataba de un acto oficial, sino de una muestra de reconocimiento de la ciudad hacia alguien que, aunque no tuviera un trabajo convencional, era parte integral de la vida social de Elche. Ese mismo año, la ciudad le ofreció una suerte de homenaje que evidenció que, para los ilicitanos, Pepe Tranca era mucho más que una simple figura excéntrica; era un símbolo de la esencia de la ciudad.

Hoy en día, décadas después de su fallecimiento, el recuerdo de Pepe Tranca sigue vivo entre los habitantes de Elche. Su figura se ha convertido en una leyenda local, y en bares, plazas y calles aún se cuentan historias sobre sus paseos y su manera de vivir. Los más mayores lo recuerdan con cariño, mientras que los más jóvenes, quizás sin haberlo conocido en persona, sienten una fascinación por su estilo de vida único.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿quién sería el digno sucesor de Pepe Tranca en Elche? En la ciudad actual, que ha cambiado tanto, es difícil encontrar a alguien que viva de forma tan despreocupada y sencilla. Sin embargo, siempre hay personas que, sin buscarlo, se convierten en los referentes de la ciudad. Quizás sea algún joven que aún se pasea por las cafeterías del centro, disfrutando de la compañía de los demás y sin preocuparse por el ritmo acelerado de la vida moderna. Quizás sea alguien que, sin esfuerzo, se gane el cariño de los ilicitanos con su naturalidad, su simpatía y su amor por la ciudad.

El sucesor de Pepe Tranca no será una persona que busque la fama ni el reconocimiento. Será alguien que viva la vida a su propio ritmo, disfrutando de las pequeñas cosas y cultivando relaciones auténticas con los demás. Porque, al final, eso fue lo que hizo a Pepe Tranca tan especial: su capacidad para ser él mismo, sin importarle lo que el mundo esperaba de él. Un recuerdo que, en Elche, sigue vivo y que siempre encontrará un digno sucesor.

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