HISTORIA

¿Quién fue Blas Valero y Castell, el ilicitano que da nombre a una de las calles más conocidas de Elche?

Detrás de la placa azul se esconde la historia de un genio olvidado del siglo XIX: profesor, catedrático, jardinero mayor del Botánico de Valencia y miembro de la Real Academia de la Historia. Un ilicitano brillante que cambió la espada familiar por los libros y al que la ciudad nombró hijo ilustre en 1894
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Daniel Ruiz Perona
14 de septiembre de 2025 - 10:45

Lo confieso: hay días en los que me pierdo por las calles de Elche sin más plan que dejar que los pasos decidan. Y fue en uno de esos paseos, casi automáticos, cuando me crucé otra vez con ese cartel azul que tantas veces había pasado de largo: Calle Blas Valero.

La verdad, nunca me había parado a pensar quién era. Un nombre largo, con aire solemne, pero para mí tan enigmático como cualquiera. Ese día, sin embargo, algo me picó la curiosidad. Y ya se sabe: cuando un periodista se obsesiona con una pregunta, es difícil que la deje pasar.

Así que acabé busqué información y solo encontré algo en el archivo municipal. Y la primera sorpresa fue tremenda: lo único que encontré fue una foto. Una sola. Nada más.

Pero la magia de tirar del hilo es que, poco a poco, empiezan a aparecer historias escondidas. Y ahí descubrí que Blas Valero y Castell no era precisamente un don nadie. Al contrario: fue un ilicitano nacido en 1846 que decidió cambiar el hierro de la tradición familiar (eran espaderos) por la tinta y el papel. Apostó por el conocimiento, y esa apuesta lo llevó lejos. Muy lejos.

Estudió en el Seminario de Valencia y luego en universidades de media España. En 1872 ya tenía el Bachiller en Artes, en 1876 se licenció en Filosofía y Letras, y casi al mismo tiempo en Ciencias Naturales. Pero no se conformó: en 1879 se doctoró en Ciencias Naturales y en 1884 en Filosofía y Letras. Una carrera imparable.

Fue profesor, catedrático y divulgador. Pasó por institutos de Reus, Ávila, Cuenca y Tarragona; escribió sobre historia, filosofía y botánica; y hasta fue Jardinero Mayor del Botánico de Valencia, cuidando no solo plantas, sino también el conocimiento científico de su tiempo. Sus artículos aparecieron en periódicos como Las Provincias y en publicaciones de la Real Academia de la Historia, de la que fue académico correspondiente.

Pero lo que más me impresionó no fueron sus títulos, sino su capacidad de multiplicarse. Era de esos cerebros que no se conforman con una sola disciplina: lo mismo reflexionaba sobre monarquías asiáticas que escribía sobre nutrición de plantas. Ciencia y letras, todo en uno.

Lamentablemente, su historia tiene un final prematuro: murió en 1894, con apenas 48 años. Aun así, su ciudad lo reconoció como hijo ilustre ese mismo año. Y cuando se levantó el Pont Nou en 1913 y nació un nuevo barrio, una de sus calles se bautizó con su nombre. Desde entonces, esa placa azul ha mantenido viva su memoria, aunque la mayoría de quienes pasan bajo ella desconozcan la historia.

Y ahí está la paradoja: cada día, cientos de personas caminan por la calle Blas Valero y Castell sin saber que detrás hay un hombre que, a base de curiosidad y trabajo, se convirtió en un referente nacional.

Quizá esa sea la enseñanza más bonita de este paseo convertido en investigación improvisada: que la ciudad está llena de secretos escondidos en sus esquinas, esperando a que alguien se detenga a preguntar. Y que, a veces, un cartel anodino en una pared puede abrirte la puerta a toda una vida de logros, esfuerzos y pasiones.

Así que la próxima vez que cruces esa calle, no mires solo el suelo o el móvil. Levanta la vista. Lee el nombre. Y recuerda que Blas Valero y Castell fue mucho más que letras pintadas en azul: fue un ilicitano que dejó huella en la historia, aunque la historia, con el tiempo, intentara guardarlo en silencio.

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