Esta semana, con curiosidad y ganas de aprender, me acerqué a preguntar a los vecinos mayores de Elche sobre Ramón Pastor, un nombre que suena en calles y placas, pero que para muchos jóvenes es solo eso: un nombre. Lo que descubrí tras esas charlas fue la historia de un hombre sencillo, trabajador y profundamente comprometido con su ciudad.
Ramón nació en 1923 en el barrio del Raval, en una familia con raíces políticas fuertes, pero también con muchos sacrificios. Quedó huérfano de padre siendo un niño, y desde muy joven tuvo que combinar el trabajo con el estudio para salir adelante, en medio de una España convulsa marcada por la Guerra Civil.
Me contaron que, aunque empezó como mecánico, su vocación era la política, heredada de su padre y abuelo, que habían sido pioneros en el PSOE local. Ramón Pastor fue un hombre cercano a la gente, siempre en contacto con sus vecinos y sensible a sus necesidades, algo que le ayudó a ganarse la confianza para convertirse en alcalde en 1979, justo cuando España recuperaba la democracia.
Durante sus dos mandatos, Ramón impulsó grandes proyectos que aún hoy definen la ciudad: la Avenida de la Libertad, el Museo de Arte Contemporáneo, la Estación de Autobuses y más. Pero no solo fue un gestor de infraestructuras; defendió con pasión las tradiciones ilicitanas, como la fiesta de la Venida de la Virgen, enfrentándose incluso a compañeros de partido.
Lo que más me sorprendió fue saber que tras dejar la alcaldía, Ramón vivió años difíciles, enfrentando el desempleo y el olvido. Murió en 1999, y solo un día después recibió la Medalla de Oro de Elche, un reconocimiento tardío para alguien que había dado tanto por su ciudad.
Las historias y anécdotas que escuché muestran a un hombre honesto, con sentido común y una gran humanidad, que no buscaba protagonismo, sino servir a su gente. Su carácter campechano y su amor por Elche hicieron que muchos lo recuerden con cariño y respeto.
Después de estas charlas, me queda claro que Ramón Pastor es mucho más que un nombre en una placa. Es un símbolo de humildad, trabajo y dedicación que vale la pena rescatar para entender mejor la historia y el alma de Elche.