OPINIÓN

¿Se puede amar a Elche sin amar y promover el valenciano?

22 de abril de 2024 - 00:45
FacebookTwitterWhatsApp

Mis alumnos de Formación de Adultos me regalaron hace unos días  “Cançonetes de fil i cotó” de Mª Asunción Peral, Ramón Sempere, Andrés Mallebera y Salvador Valero y me agradecían haberles presentado tradiciones que desconocían. Hace años coordiné para el Ayuntamiento una actividad llamada “Nit de Llegendes” en la que presentaba estas canciones como “la voz de nuestros antepasados”. En estos tiempos fluidos conviene recalcar que hay cosas objetivas como ser hijo, nieto o vecino. Somos el resultado de unos muertos que nos han legado una tradición que es, junto a la tierra, los compañeros de luchas y el arraigo, lo que nos define profundamente.

Nuestra identidad local se asienta sobre un patrimonio que no es sólo Dama, Misteri y Palmeral también usos, vidas y luchas de cuando “erem un poble que hi cantava”, que dice Gaspar Jaén en el prólogo la obra, Creo que ya tardamos en difundir esas tradiciones en todos los centros escolares de nuestra ciudad. Nuestra identidad como pueblo es indisociable de lógicas de clase en el trabajo agrario e industrial y de una cultura fundamentalmente en valenciano. Amar a Elche  exige amar la ciudad, sus gentes y sus tradiciones. Amar a Elche exige amar el valenciano no sólo como pasado y folklore sino como lengua viva.

Como son tiempos fluidos y nada es permanente sino sentimiento de autoidentificación las derechas (cómo otros en otras barricadas ideológicas) son sus perfectos frutos.  Son personas que, a pesar de las evidencias materiales que demuestran lo contrario, se autoidentifican como patriotas pero no aman a todas las gentes y lenguas de su país. Amar a España exige también amar el valenciano, pero para sus portavoces promocionar nuestra lengua es dificultar la coexistencia pacífica ente las dos lenguas. (El lenguaje no es neutral, “coexistencia pacífica” es la forma de ver las relaciones entre bloques en la “guerra fría”). Sería más interesante optar por la convivencia entre nuestras lenguas.  Y quitar visibilidad al valenciano no parece ser el mejor camino.

En el arco de la Casa de los Condes de Torrellano hay una placa dedicada a esa castañera que nos retrotrae a nuestra infancia.  Sólo en castellano, a pesar de que durante décadas se comprarían esas castañas también en valenciano. Tampoco vemos nuestra lengua autóctona apenas en negocios, actos deportivos o fiestas. Lógico cuando el Ayuntamiento que rotula todo el bilingüe (nadie entendería si no la palabra “aparcament”) para escribir en valenciano en la Estación de Autobuses necesita una reclamación judicial. El mismo Ayuntamiento que dice que el valenciano ya no será un requisito para acceder al funcionariado pero sí mérito pero (por lo de la coexistencia pacífica será) amortiza una plaza de funcionario dedicada su uso y promoción.

¿Será posible salir de la interesada ecuación lengua=separatismo y sustituirla por una nueva (y más real) lenguas=gente=ciudad y país? ¿Podremos ver desde cualquier ideología que amar a nuestra ciudad y a España exige entre muchas otras cosas amar y promocionar el valenciano?