HISTORIA

Cuando el barroco llegó a Elche: la obra de Nicolás de Bussy en Santa María

Entre 1680 y 1684, el artista barroco dejó una profunda huella en el patrimonio de la ciudad, integrando el lenguaje escultórico del barroco internacional en uno de sus monumentos más emblemáticos
FacebookTwitterWhatsApp
Daniel Ruiz Perona
08 de junio de 2025 - 03:09

La ciudad de Elche guarda en la piedra de su principal templo una herencia artística de incalculable valor. Se trata del legado del escultor Nicolás de Bussy, artista nacido en Estrasburgo hacia 1640, y figura clave en la introducción de los lenguajes más innovadores del barroco europeo en la península ibérica. Su estancia en Elche, entre 1680 y 1684, coincide con una de las etapas más fructíferas de su carrera y con un momento de gran impulso artístico para la ciudad.

Formado inicialmente en el ámbito centroeuropeo, Bussy completó su educación artística en Italia, especialmente en Roma, entre 1657 y 1663. Allí se impregnó del espíritu del alto barroco romano, una corriente marcada por la teatralidad, el movimiento, la riqueza ornamental y la armonía estructural. Estas enseñanzas no solo definieron su estilo, sino que marcaron profundamente su obra posterior en el levante español.

En Elche, su nombre queda inseparablemente ligado a la Basílica de Santa María, donde llevó a cabo dos de las intervenciones más notables del barroco valenciano. La Portada Mayor del templo es, sin duda, su obra más significativa en la ciudad. En ella Bussy desplegó toda su maestría como escultor, ensamblador y diseñador de arquitectura decorativa. Esta fachada se convierte en un auténtico retablo pétreo al aire libre, donde se dan cita todos los elementos del barroco romano: columnas salomónicas, volutas de gran dinamismo en los cuerpos superiores, retropilastras pareadas que generan profundidad, frontones interrumpidos por masas florales o escudos, niños atlantes, rocallas que se derraman hacia los muros y una profusión de motivos vegetales y grotescos con pomos frutales y ramos de flores.

Cada elemento cumple una función tanto estética como simbólica, creando un conjunto de gran expresividad, capaz de conmover e impresionar al espectador desde el primer momento. La fachada no es una simple entrada al templo, sino una verdadera escenografía de fe tallada en piedra, diseñada para elevar el alma y capturar la mirada.

Además de esta obra capital, Nicolás de Bussy también realizó la Portada de San Agatángelo, situada en el lateral del templo. Aunque de menores dimensiones, esta portada mantiene los mismos principios compositivos y estéticos, adaptados a una estructura más sobria, pero igualmente rica en detalles.

Se le atribuyen también intervenciones en el interior de la basílica, particularmente en las molduras decorativas de las tribunas laterales, cuyas formas ornamentales coinciden con su estilo, aunque esta participación no está documentada de forma concluyente. Asimismo, se considera muy probable que sea autor de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, ubicada en la girola del templo, una talla de gran fuerza expresiva y profunda carga devocional.

La vinculación de Bussy con Elche no se limitó a su estancia como escultor activo. Ya en 1675 había visitado la ciudad como perito para revisar el trabajo del escultor Antonio Caro “El Viejo”, un encargo que evidencia el alto grado de reconocimiento que ya tenía en la región. Su presencia en aquel momento sugiere que era considerado no solo como ejecutor, sino también como referente técnico y estético en el arte de retablos y portadas monumentales.

La obra de Nicolás de Bussy en Elche representa la síntesis perfecta entre el barroco internacional y la tradición artística local. Supo adaptar los modelos aprendidos en Roma al contexto del sureste español, creando un lenguaje propio, monumental, rico en significados y técnicamente deslumbrante.
Tras su paso por la ciudad, Bussy continuó una intensa trayectoria que lo llevó a Madrid, donde fue nombrado escultor de cámara de Carlos II, y más tarde a Murcia, donde destacó como imaginero y decorador, antes de establecerse finalmente en Valencia, donde murió en 1706, tras ingresar en la Orden Mercedaria.

Hoy, su legado permanece vivo en las fachadas y esculturas de la Basílica de Santa María de Elche, testimonio de un escultor que fue capaz de traer a nuestras tierras la fuerza escénica del barroco romano, fundiéndola con la devoción popular y el esplendor artístico del levante español.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Nuevo banner Pepe Ruiz Torres